jueves, 26 de septiembre de 2013

Aves y cristales

 Cuando a finales del 2007 me enteré de que querían construir un tanatorio justo al lado de la casa que tenemos en la aldea, en Cerdedo (Pontevedra), me sentó como una patada en los... Además de que, personalmente, no me parece uno de los "establecimientos" más agradables para tener enfrente de casa (aún sabiendo que, tarde o temprano, todos vamos a acabar en uno de ellos) para construirlo se iban a cargar una parcela con algunos pinos, pero también con bastantes frutales y algunos viejos robles. Meses más tarde, tras ver como todos ellos habían sido talados, pensé que el disgusto más gordo había pasado. Lo que no me imaginaba entonces era que lo que para los humanos iba a ser un tanatorio, para las aves se convertiría en un autentico matadero.


 Tanatorio de Cerdedo (PO). Aunque da a la acera y a la carretera también aparecen algunas aves muertas bajo esta cristalera.

 En España (esa peculiar región al norte de África), no hay estudios sobre este tipo de mortalidad pero, en Estados Unidos calcularon que cada año mueren, en el mundo, tras colisionar contra cristales entre 100 y 1000 millones de aves, y en el Reino Unido, según la British Trust for Ornithology, se producen unos 100 millones de colisiones al año, de las que un tercio serían mortales. Aunque estas cifras son una estima (el de la BTO es un calculo basado en el número de aves anilladas encontradas muertas cerca de ventanas), y para algunos científicos son cifras exageradas, lo cierto es que estamos ante una de las principales causas de mortalidad de origen antrópico. Por ej: Erickson et al. (2005) calcularon que del total de aves muertas por causas antropogénicas, el 58,2% se debía a los choques contra edificios o estructuras similares (tales como chimeneas industriales o monumentos).
 Las colisiones contra cristales se producen o bien debido a la transparencia (las aves no los perciben e intentan volar a través de ellos) o bien debido al reflejo del paisaje (la vegetación, el cielo,...) sobre la superficie acristalada.


 Cristalera posterior. Por si a alguien le parece grande, decir que no es debido al efecto fotográfico. Solo la superficie ocupada por cristal de la parte posterior mide más de 20 metros de largo (22,355 m. para ser exactos) por 2,87 m. de alto. La de la parte delantera (que no he medido) no debe andarle muy lejos.


Efecto túnel: fotografía tomada a través de las dos cristaleras. Vista del monte do Seixo-Serra do Cando (con su correspondiente parque eólico).
   
 Para prevenir este y otros problemas lo ideal sería diseñar de manera inteligente los edificios (por ej: ventanas ligeramente inclinadas reflejarán el suelo y no el paisaje y la vista desde dentro será la misma) pero, claro, pedirle al ser humano que se comporte de manera inteligente sería mucho pedir.
 Una vez que el edificio ya está construido hay algunas medidas correctoras para tratar de paliar este problema, medidas que consisten, básicamente, en marcar el cristal por la parte exterior para tratar de hacerlo visible para las aves. Una de las más efectivas parece ser la colocación de bandas verticales, de color blanco o claro, de al menos 2 cm. de ancho y separadas entre si 10 cm. (o de 1 cm. de ancho separadas no más de 5 cm.) sobre toda la superficie del cristal. La colocación de persianas (cortinas, estores, etc), adhesivos que reflejen la luz ultravioleta, pinturas especiales,... que cubran gran parte del cristal pueden ser también medidas eficaces. Las típicas pegatinas con siluetas de aves rapaces de color negro no son muy recomendables (difíciles de ver y poco efectivas).


 Adhesivo transparente que refleja la luz ultravioleta (muy visible para las aves pero que pasa casi desapercibido para las personas).

 Desde que el tanatorio fue construido no sabría decir el número de aves que desde entonces han muerto allí de esta manera tan absurda, sin que hasta el momento nadie haya tomado ninguna medida para tratar de remediarlo. Cualquier cifra que diera sería una infraestima del número real y para poder hacerlo habría que hacer antes un seguimiento constante y riguroso, cosa que por diversos motivos no he hecho. El principal es el de no vivir allí permanentemente. Suelo visitar la aldea siempre que puedo (cuando las circunstancias me lo permiten y el tiempo atmosférico acompaña) pero hay temporadas, como la mayor parte del año pasado, que apenas estuve allí y también ha habido ocasiones que aún estandolo, no he tenido ganas de ir a ver si había algún ave muerta por esta causa (ojos que no ven...). Además, también he comprobado como no es raro que los cadáveres (en especial los que aparecen al pie de la cristalera posterior) desaparezcan al poco tiempo de encontrarlos (incluso durante esa misma noche), o bien que de ellos solo queden restos (alguna pluma y poco más) que indican que han sido consumidos por algún animal (en algunos casos probablemente por Jabalí) con lo que muchos no se detectan.


Petirrojo encontrado muerto el 29/06/2013.

El Petirrojo anterior la mañana del 30/06/2013.

 También he visto como en una ocasión un Carbonero garrapinos (Periparus ater) chocaba contra el cristal y tras unos minutos (en los que parecía que iba a morir) se recuperaba aparentemente y se iba volando, eso si, aún algo aturdido. Me pregunto cuantas aves chocaran contra los cristales pero no morirán al instante, sino que lo harán más tarde (ya en otro lugar) a causa de alguna lesión interna provocada por la colisión.
 Como ya he dicho no voy a decir una cifra (porque no la tengo) pero sí quiero denunciar lo que está ocurriendo, y aunque resulte bastante desagradable voy a terminar esta entrada mostrando algunas fotografías. No están todas ya que hasta mediados del 2011 no comencé a hacer foto (además de tomar nota) tras cada hallazgo, por lo que faltan varias especies. Entre ellas el Mirlo común (Turdus merula) que, aunque es una de las especies que más frecuentemente ha aparecido muerta, no tengo ninguna foto (en un par de ocasiones por dejadez mía). Evidentemente de algunas especies he encontrado más de un ejemplar muerto pero, creo que con una foto es más que suficiente para hacerse una idea de la cruda realidad.

 
Acentor común (Prunella modularis)

                                            Agateador común (Certhia brachydactyla)

                                               Curruca capirotada (Sylvia atricapilla)

 Papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca)


Gavilán (Accipiter nisus). Uno de los 2 ejs. que he encontrado.

Escribano montesino (Emberiza cia)

Motacillidae. Probablemente Lavandera blanca (Motacilla alba)

Pinzón común (Fringilla coelebs)

Petirrojo (Erithacus rubecula)

Trepador azul (Sitta europaea) ?

Verdecillo (Serinus serinus)

Verderón común (Chloris chloris)

martes, 10 de septiembre de 2013

Oxyporus rufus

 Tengo que reconocer que cuando salgo al campo a hacer fotos suelo ser un poco "clasista". Por lo general, suelo centrarme en aquellos bichos que pienso que pueden llegar a ser identificados a nivel especifico. Es por ello que algunas familias de arañas (por ej. los licósidos), algunas de dípteros (por ej. asílidos), las hormigas en general,... suelen salir poco en mis fotos (como mucho una foto testimonial y listo).
 Los estafilínidos son uno de esos grupos a los que nunca les he prestado demasiada atención, o al menos no la atención que se merecen. Creo recordar que, dentro de los coleópteros, son la primera familia en cuanto a diversidad en número de especies (alrededor de 50.000), y menos un par de ellas que conozco, la mayor parte me parecen todos iguales. Su gran diversidad hace que, salvo en los medios acuáticos, podamos encontrarlos en multitud de ambientes: desde la hojarasca de un bosque a los nidos o madrigueras de otros animales, pasando por flores, fruta o cadáveres en descomposición, cuevas, etc. En cuanto a sus habitos alimenticios la mayor parte son especies depredadoras pero también las hay saprófagas, fitófagas,... y micófagas (como la subfamilia Oxyporinae).


                              Oxyporus rufus fotografiado el 02/06/2013 en Cerdedo (PO)

 Hace ya un tiempo, en el camino que discurre justo por detrás del jardín, observé uno que me llamó particularmente la atención (ya que no sabía de que especie se trataba pero, curiosamente, me resultaba familiar) y aunque no paró en ningún momento de moverse entre la vegetación pude sacarle una foto aceptable antes de que desapareciera de nuevo volando.
 Después de darle algunas vueltas en la cabeza recordé una nota publicada en la web de AEGA. Tras consultar esa nota, y otra publicada con posterioridad, identifiqué esa especie como Oxyporus rufus (Linnaeus, 1758), y una vez consultados varios expertos en la materia esa identificación pudo ser confirmada.
 Al final resultó ser una especie bastante interesante y, cómo se puede ver en el siguiente mapa, poco citada aún en la Península Ibérica.


                                  Distribución de Oxyporus rufus en la Península Ibérica.



 Referencias:

Álvarez Vieitez, L. 2013. Primera cita de Oxyporus rufus Linnaeus, 1758 (Coleoptera: Staphylinidae: Oxyporinae) para Galicia (N.O. Península Ibérica). Arquivos Entomolóxicos 9: 21-22. Disponible en: http://www.aegaweb.com/arquivos_entomoloxicos/ae09_2013_alvarez_vieitez_oxyporus_rufus_staphylinidae_galicia.pdf

 Diéguez Fernández, J.M. 2010. Oxyporus rufus rufus (Linnaeus, 1758) nuevo para la fauna ibérica (Coleoptera: Staphylinidae: Oxyporinae). Arquivos Entomolóxicos 4: 5-6. Disponible en: http://www.aegaweb.com/arquivos_entomoloxicos/ae04_2010_dieguez_oxyporus_nuevo_pen_iberica.pdf

Ferreira, R.N. 2012. Oxyporus (s.str.) rufus (Linnaeus, 1758), uma nova espécie para Portugal (Coleoptera: Staphylinidae: Oxyporinae). Arquivos Entomolóxicos 7: 111-112. Disponible en: http://www.aegaweb.com/arquivos_entomoloxicos/ae07_2012_ferreira_oxyporus_rufus_portugal.pdf